Estoy en la etapa dorada de mi vida
época en que la mente es más reflexiva
en la que el corazón late más despacio
y el alma transita de la mano del tiempo.
Aprendo que el azul del cielo es diferente,
que las nubes ríen y lloran, siempre presurosas
que el verde de las hojas en la rama es más brillante,
que entiendo mejor la melodía del agua entre las piedras.
Que soy ola indómita en la marejada
y suave espuma que besa los bordes dorados
del conocimiento y de la existencia.
Ya puedo calcular la distancia y el tiempo hasta el horizonte
y que un íntimo sosiego ha de ser mi último compañero de viaje.