Contra el alpestre frío, su rabia le abrigaba
y en tierras enemigas, su ingenio relumbraba.
Por Trebia, y en Tesino cadáveres dejaba,
y el rumbo para Roma, tras Cannas, se mostraba.
¿Fue orgullo, o fue miedo? Tal vez fue lucha interna
lo que impidió su marcha por la Ciudad Eterna.
¿Pensó en llegar al podio sin antes cortar pierna
al pueblo, que aunque herido, la muerte no gobierna?
Su éxito en el austro parece aprisionarle,
y sus antiguos socios contemplan traicionarle.
Noticias en Hispania vienen a impresionarle
un bélico romano pugna por emularle
¿Qué pensará Aníbal frente a la incierta bruma
que ya cruzó en su día? Dejo correr la pluma:
«Si un rayo da en el bosque lo quema, no lo esfuma,
y si otro no le atina, florece como espuma.»