Como cantan los pájaros al bosque,
mi verso le cantó;
con una sinfonía melodiosa
que trata de arrullar un corazón.
Amarla fue el pecado más divino
que pude cometer;
robándole a sus labios ese beso
que tanto ambicioné.
Sus labios, que románticos portaban
de amor el Santo Grial;
A mi alma cautivaron de una forma
que puso mis soñares a volar.
Mas luego, aquel encanto tan glorioso,
su luz dejó morir
haciendo que mis versos se volvieran,
de penas, cicatriz.
Autor: Aníbal Rodríguez.