La avaricia política (Quintillas políticas)
Y subí lentamente la escalera
hasta el desierto llano de tu mente;
probé que en ti razón jamás opera
y me detuve súbito, de frente:
hallé tan solo oscura ratonera.
Un intelecto yermo, sin falsía,
donde ni tu vil plagio se abrigara,
era un rincón sin luz ni su alegría,
y en su penumbra rígida parara
creciendo el eco gris de mi osadía.
No hallé salida en tu innegable espacio,
juré que vida alguna no existiera;
fue un palacio arruinado, sin solacio,
su gloria fue ceniza pasajera,
su mente en la soberbia halló su lacio.
Anduve por pasillos arrogantes,
oyendo el filo seco de cuchillos
que herían mis ensueños anhelantes,
quebrando sin piedad mis leves brillos,
perfumes rotos, frágiles, errantes.
Tu verdad malograda se vestía
con el disfraz solemne por decencia;
más la careta falsa se caía
mostrando en su interior la pestilencia
del fraude que en su máscara latía.
Salí del laberinto de quimera
guiado por esa luz de mi criterio;
te dejé prisionero en ratonera,
sin rendir culto a tu falaz imperio
ni alabar la soberbia de tu esfera.
Y al fin quedó vacío tu reinado,
retrato de apariencia corrompida;
fue un reino sin calor ni bien sagrado,
un cadáver sin luz, sin alma y vida,
sepultado en su orgullo desgraciado.