FISIOTERAPEUTA
No sabría describir su cuerpo;
me planté en su rostro.
En la cascada de oro que mana
desde su cabeza.
En su sonrisa de amplios labios
dibujando un corazón,
con un blanco de fondo
en dientes ordenados
como teclas de piano nuevo.
No sabría describir su cuerpo.
Me encandilé en el brillo de su alma alegre,
planteándome el dilema
de si es un sol
con formas de rostro de mujer
o un rostro de mujer
labrado
en un trozo de estrella.
No sabría describir su cuerpo.
Y aunque pude haber mirado
discreta o furtivamente
la inmensa maravilla
que se extiende
bajo sus hombros,
me niego a describirlo.
Para evitarle,
sobre todo,
pobrecita,
una epidemia
de hombres con hueso roto.