Javier.

EN LA YEMA DEL SILENCIO

Hay miradas que son telegramas sin papel.
La mía insiste en deslizarse hasta tu frente,
golpea suave la puerta de tus ojos
y se cuela, tímida, a contemplar la luz que encendés adentro.

Después quisiera que mis dedos aprendan tu pelo,
donde la yema explora
la lenta ortografía de tu aroma.

No hablo de incendios, hablo de ciencia íntima.
Trazar tu pómulo con la paciencia
con que se afinan los bordes de un secreto,
tantear la curva escondida detrás de tu oído
hasta que el mundo, sorprendido, respire más despacio.

Y en ese silencio
se acomodaría todo.
Dos pulsos que dialogan sin idioma,
un roce que firma tratados de paz
con la piel recién descubierta.

Y así, sin pronunciar una sola sílaba,
tu rostro y mis manos confirmarían
que a veces el amor se escribe
en la exacta distancia que el silencio concede
para nombrarnos sin ruido.