Se me cayó el cielo encima,
pero nadie lo notó.
Caminé entre risas ajenas
con un llanto que no lloró.
Los días pasaban despacio,
como si el tiempo dudara,
como si la vida entera
se olvidara de mi cara.
Tengo un nudo en la garganta
que no se deshace al hablar,
una sombra que me abraza
cuando me quiero soltar.
Las palabras ya no suenan
como antes, con ilusión.
Ahora son solo suspiros
que se rompen en canción.
A veces miro al espejo
y no sé quién soy, ni fui…
Un reflejo sin historia,
un silencio hecho de mí.
No hay consuelo en los abrazos
ni esperanza en el café,
todo tiene ese sabor
que se parece a perder.
Pero aún con todo este peso
y el alma queriendo huir,
hay un verso que resiste
por si un día vuelvo a mí.