Mientras el viento
sopla con fuerza,
moviendo las hojas
de los árboles,
en el aquí y ahora
de este lugar.
Justo ahí,
donde simplemente es,
sin esfuerzo alguno,
más allá
de su propia mente,
en calma...
dejándose llevar.
Sintiendo cómo los
latidos del silencio
acarician su alma
en este instante
irrepetible.
Percibe
toda su energía,
toda su presencia:
viva, total,
presente...
Y en un susurro,
claro, inevitable
y verdadero,
se eleva a un estado...
¡Sublime!
Por eso,
desde que descubrió
los latidos del silencio,
no hay día que pase,
sin que le entregue
su merecido tiempo...
al lenguaje callado
del silencio.