La eternidad de las noches
Ten en cuenta, amado mío,
lo eternas que son las noches,
acompañadas de fantasmas que vienen
y, en vez de dulces sueños,
nos traen las tristezas y las incertidumbres
que ocultan bajo sus oscuras vestimentas.
Trescientas sesenta y cinco noches:
nunca iguales, nunca serenas.
Estas eternas noches, amado mío,
enlutan los amaneceres,
que bien podrían ser días
deslumbrantes, espléndidos, encantadores.
Y sin embargo,
aún detrás del velo oscuro,
late una promesa tibia —
como si el sol dudara en levantarse por miedo
a despertar mi pena.