Aquel día inesperado,
quise caminar bajo el sol,
que brillaba fuerte, intenso,
y en mis ojos era farol.
Sentía en mi piel su abrazo,
el mundo callado, sin voz,
pero en mis labios, en mis ojos,
un entumecimiento atroz.
Soledad como un manto,
que me cubría sin razón,
y te vi, tan absorta,
con un libro y concentración.
El Spleen de París en tus manos,
Baudelaire en tu mirar,
ni tú notaste mi presencia,
que solo quería mirar.