Cuando la muerte me arrope
déjenme descansar en el olvido
nada de flores, sus colores me harán recordar
el negro y rojo, soledad y dolor que tiñen al mundo.
Déjenme olvidar
nada de canciones, sus melodías me harán
recordar los cantos de guerras y de los desamparados
que transitan por estas tierras.
Que el olvido sea mi cama y mi tumba
nada de poemas, sus versos me desgarraran
el alma, al recordar esos besos marchitos.
Dejen mi cuerpo en el olvido
nada de discursos ni panegíricos
sus letras me harán recordar los discursos falsos
de los que estrechan las manos.
En el olvido, nada de rezos, cánticos u oraciones
los dioses no tienen cabida en el mundo frio de la muerte
y sus letras me recordaran el abrazo falso de las comadronas.
Sin tarja, nombre ni epitafio deja que mi cuerpo pase
del frio a la ceniza y que solo el olvido me acompañe en
la eterna tumba de la inexistencia.
Sus lagrimas, dejadla, dejadla, rieguen con ellas sus propias
soledades, sus propias agonías, sus propios adioses, ya vertí
las mías al nacer y en las largas noches de mis soledades.
Dejadme, dejadme solo con mi muerte y el silencio absoluto
del olvido