José Luis Barrientos León

Tarde de lluvia

 

La respiración de la lluvia,

me toma las manos,

sin empeño, me dejo seducir por su frescura,

¡admiro la humedad que anega los campos!

que empapa las calles, aterciopelando su dureza.

 

El cielo ennegrecido es un velo de esperanza,

que se extiende sobre los suburbios,

dentro de las alamedas.

 

Allí, bajo ese manto grisáceo,

reconozco el viento que seduce los ramajes de los árboles,

que excita los pétalos de las flores,

y estimula mis palabras,

para no esconder el desamparo de las piedras,

el pánico de los besos que provoca la humedad,

la pasión de los ríos imaginando el mar,

al que ingresarán ingenuos, desnudos,

sin importar la profundidad ni la anchura

 

Hay una pobreza imponente del ser, ante esta lluvia lozana

haciéndome sentir que soy nada, solo arcilla mojada

bajo el llanto de un sueño

apenas humanizado por la piedad de las gotas

que descienden por el cuerpo

como la virtud que se escapa lentamente

seduciendo la piel, llenándola de pánico ante su ternura

recordando que el amor existe

humectando el cuerpo árido, envejecido.