Soy un curtido marinero
de pocos lamentos,
que surcó el mundo entero
con la Rosa de los Vientos.
Fue un día de primavera
que embarqué muy contento,
y lejos, por vez primera,
zarpé de mi tierra de nacimiento.
De aquella inicial singladura,
con la mirada de la luna,
de vigía estuve a la frescura
y oí el canto de una sirena.
La mar era de tedio y calma,
de silencio permanente
y en la noche de blanca espuma
vi el cielo de azul diamante.
Con el tiempo vengo a recordar
aquellos mis años de mozo,
pues del embrujo de la mar
me enamoré muy gozoso.
Hoy, con el cuerpo ya cansado
y el pelo de años plateado,
siento el vaivén de mi pasado,
de este mar que tanto he amado.
Ahora que soy un débil anciano
añoro aquella apasionada vida
de marino campechano,
aunque a veces sienta una herida.