Inmensidad callada
Aun con tu grandeza infinita,
sé que sientes soledad.
¿Quién consuela tus penas?
¿Quién recoge tus lágrimas de luz
cuando caen —sin que nadie las vea—
en el silencio de tu abismo?
¿Con quién compartes tus risas?
Aunque lo tienes todo:
reinos de fuego, coronas de hielo,
tus lunas girando en la danza del tiempo,
tus soles estallando de gloria…
Y esos cometas
que atraviesan tu pecho como suspiros,
¿se detienen a calmarte el alma?
¿Te acarician la piel hecha de galaxias?
¿Se hunden en tu sombra
solo para regalarte un beso breve
antes de desaparecer?
¿Quién te abraza
cuando mueren tus estrellas,
cuando revientan de tanto brillar
y te dejan un hueco
más frío que el olvido?
No… no lo creo.
Pero yo,
siendo apenas un átomo
perdido en tu inmensidad que calla,
siento como tú…
la tristeza que se esconde
en miradas que nadie ve,
y en tus noches sin nombre.
Y sin saberlo,
al buscar consuelo en la nada,
mi voz se quebró
en la resonancia de lo eterno.
Solo entonces entendí:
le hablaba
a lo que arde sin cuerpo,
a lo que respira sin boca,
a lo que está…
aunque nadie lo abrace.
¡Universo!
Hay soledades tan vastas,
que solo el universo las entiende.
— L.T.