Henry Pumacayo p

BAJO EL VIEJO CIPRES

Como olvidar aquella tarde de espesa niebla,

cuando te vi en aquella plazuela,

sentada en esa banca de color marrón,

y partes oxidadas bajo aquel viejo ciprés.

 

Tu silueta se recortaba entre la neblina

Y yo, acercándome de apoco, tímidamente.

¡Hola!… sonó un susurro en el aire,

Y una sonrisa a medias se dibujó en tu faz…

 

Así vi tus grandes ojos, dos luceros en la penumbra,

Que alumbraban mi camino, día tras día.

Así nació nuestro amor,

Bajo el cobijo del eterno ciprés,

donde grabamos nuestros nombres,

Con Un corazón, y un “te amo”.

 

Pero una tarde, cuando el sol moría,

No llegaste al encuentro…

Te esperé, y solo un mensaje llegó:

un “adiós” … tan solo eso.

El viento mecía las ramas del ciprés,

Y mis lágrimas empapaban mis mejillas.

 

Te llevaste un pedazo de mi con tu adiós,

Aunque el tiempo paso,

Aun te recuerdo…

Tu presencia perdura en mi alma.

 

A veces vuelvo a esa plazuela,

Me siento bajo el viejo ciprés.

Te imagino,

Esperando…

Tal vez, una tarde, regreses,

Como solías hacerlo, ayer.

 

Y es que en mi aun florece la esperanza,

De volver a ver

Esos grandes ojos tuyos,

Los mismos que tanto ame.

 

Derechos reservados 05/08/2025

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