Qué crueldad más grande, tanta que no soporté y las lágrimas prontamente, empañaban la vista, cuál niebla en las noches de agosto; con el corazón agonizando de dolor, sostenía las historias que lancé al olvido, ahí aún estaban; el lobo valeroso, la gaviota fiel, el impetuoso mar, el colibrí rojizo, ese que de vez en vez me visitaba al soñar, esos que juré nunca olvidar y sin embargo ya no me esforzaba por volver a recordar; en mis viejos bolsillos, yacen unas cuantas hojas, aún puedo la deuda pagar, aún puedo verles de nuevo respirar.
Scarlett-Oru
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