Creí que el universo no tejía
destellos para mí en su filigrana
que el alba era ajena a mi armonía
y el sueño no tenía voz humana.
Mas tú surgiste: un soplo irrepetible
como un cristal que canta bajo el viento
fulgor que se derrama, indivisible
revelación en medio del tormento.
Tan lejos del fulgor que me devora
tan fuera de mi tiempo y mi latido
visión que ni la muerte descolora
eras misterio puro, nunca oído.
Y sucedió: tan breve, tan silente
tu ser cruzó mi sombra sin aviso
como si el universo, en un hechizo
confundiera lo etéreo con lo ausente.
Hablamos... ¡oh prodigio inconcebible!
la flor que nace en tierra imposible
Fuiste mi eternidad dentro de un quiebre
y todo el eje del dolor se quiebre.
Tu voz me es sinfonía trascendida
todo en ti canta y purifica y veta
tu risa, un manantial de luz secreta
lo que me hunde y niega la medida.
Tu nombre es verbo, estrella, sacramento
y aunque no seamos... mi alma conspira
cada sílaba, un himno que respira
con sólo amarte, contra el pensamiento.
Tú eres la vida que el arte presiente
eres poema que al fuego se aferra
la forma que no cede ni se erra
y me transfiguras dulcemente.