Dicen que vengo del lado de la luna,
donde la noche se estira como espuma,
con mate en mano y ojos de viento,
me cuelo en los sueños, despacito y lento.
Él… qué sé yo, será de otro planeta,
camina entre soles, nunca se aquieta,
con voz de trueno y manos de estrella,
le queda el misterio pintado en la huella.
Vivimos así, con mares entre medio,
cada uno en su mundo, sin remedio,
pero a veces, viste, cuando el cielo afloja,
los planetas bailan, la galaxia se moja.
Se alinea todo, una vez cada tanto,
la luna se arrima, el cielo canta un canto,
y ahí nos vemos, aunque sea un ratito,
como en esos sueños que duran poquito.
No hay promesas, ni para siempre,
ni planes guardados en la mente,
pero cuando él llega, se me para el alma,
y el corazón se me vuelve una calma.
Después, se va… porque así es la cosa,
yo vuelvo a mi mundo, y él a su rosa.
Pero me deja un brillo en el pecho,
como si el amor tuviera un derecho.
Y yo lo espero, sin apuro ni drama,
sabés… el tiempo no apura a la llama.
Cuando el cielo se apiada y hace lugar,
los dos nos volvemos a encontrar.