Una amiga, ahora, me dice
que está hasta el coño, y yo,
aquí, desayunando como rey,
sintiendo un gustito que baja
de la boca hasta el esófago y
se mete de lleno en el estómago,
y yo, por ella, por mor de su llevar
mal su desempeño —es mi jefa—
me llego a contagiar un poco —ma
non troppo— de su mal y sintiéndo
me mal por sentirme bien y ella mal
—un galimatías este que, creo, no vie
ne a cuento—, y le doy ánimos, y aca
bo de recibir otro mensaje —voy a ver
qué dice—, y dice que por fin le ha ba
jado la regla —la causa de todo—, y ya,
creo, que el hastaelcoñamiento que tie
ne se va a ir diluyendo como azucarillo
en café hirviendo y, por fin, respiro por
ella, y es que ella, en cierto sentido, me
contagia sus humores, su sentido del hu
mor, su boca, sus pechos, su c...
Una amiga, sí, ahora mismo, quejándose
amargamente y yo, al únisono, como por
vasos comunicantes, disfruto de una tosta
da de mantequilla y café mientras junto,
quizá torpemente, unas letras...