Tengo una norma: nunca me voy a liar con una chica de mi pueblo. Lo siento por mi vecina que está de muy buen ver y cuando estamos en la cocina pared con pared nos comunicamos por código morse abriendo y cerrando puertas de los armarios o dando golpes de cuchillo en la tabla de cortar. Es como liarse con una compañera de trabajo. Si eres cocinero y ella es camarera… cuando la cosa se tuerce… a buen entendedor; mejor no.
Esta mañana salí a hacer unas gestiones. Me encuentro con un amigo que me quiere alquilar unas tierras; a mí no me convence la situación. Es motero, del norte de Europa. Sentados en el café pasó una chica y le dijo algo y la muchacha no le prestó atención y se sentó en otra mesa de la terraza. Me dijo “ésta sorda loca…”
Yo es que soy nuevo aquí. Ni un año llevo en este pueblo.
Cuando volví de mis gestiones, sin muchas ganas pero por hacer vida social me senté con ellos a tomar una birra. Dos chicos y dos chicas. Conocidos, los muchachos. Uno era el motero y el otro me rescató en medio del monte cuando iba con mi moto borracho como una cuca.
El caso es que la chica había ido al aseo o algo así y volvía, y yo le pregunto al colega: “Ah! Ésta es la sorda loca? Pues mirándola de arriba abajo tiene un buen polvo”. Me responde el bigotudo: “lo tuyo no es la sutileza”. No. La verdad es que no.
La morena me miraba de manera furtiva, entre los cinco de la mesa, como una leona agazapada tras la maleza, y yo la miré como para explicarle que soy un león melenudo y conmigo no se juega. Estuvimos conversando sobre cuestiones de la tierra: si era posible hacer cabañas y lo que dicen las normativas sobre la construcción o si los vecinos usan muchos fitosanitarios en su terreno; se saltan las lindes…
Y ya, para despedirme porque era hora del almuerzo, les di la mano con firmeza a los hombres, con delicadeza a las chicas, “señor, señor, señora… señorita…” y va y me dice: “menos mal que me has dicho señorita, si me llamas señora me levanto y te pego una paliza”. Claro, respuesta consecuente mirándola de frente: “vaya, lo tuyo no es la sutileza” . El resto se puso a reír y la sorda loca y yo también un poquito, pero con esa mirada de depredadores acechándose en la pradera.
Y me tienen mucho aprecio, la cajera del supermercado, la dependienta de la frutería, la hermosa de tetas lindas del mercadillo de los jueves... porque les hago burlas y les digo cosas simpáticas y las hago sentirse bien.
Tengo un problema. En la próxima manifestación del 8M, mientras todas las feministas salen en distintas ciudades con pancartas con lemas como machete al machote o muerte al machirulo o esas gilipolleces, en mi pueblo van a ir con una pancarta con mi foto diciendo “te queremos”.
Y entonces sí que estoy jodido.