Cuando me siento abatido, procuro penetrar en el raso marrón de tus ojos, momentos después me inunda un deseo incontrolable de verme despertar en tus brazos. Al llegar el atardecer y de forma especial cuando empieza a declinar la tarde, deslizándose con brisa dorada por la cordillera de tu cintura, se inicia el deseo de llamar a la noche en compañía de sus idilios. Reconozco que una buena parte de los razonamientos de los hombres, no valen lo mismo que una solo de una mujer íntegra y sensata. Hoy y de forma concreta, los recuerdos me provocan suspiros. por esa razón, la nostalgia ha decidido visitarme.