La veo, la siento ¡fuerte y viva!
Aferrada a las aguas mismas
del mar que la acoge y le da vida.
Dueña de una magia singular;
una y otra vez sobre si misma
para en cada ocasión restaurar
las partes de sus piezas perdidas.
Y crece así, cuando carece,
volviendo sin menguas a su forma
que se recrea en las palabras
de los versos mismos que la nombran.