Si de pronto me olvidas…
no me busques.
No me llames.
No intentes revivir lo que dejaste morir entre tus manos.
Porque si tu memoria me borra,
yo habré aprendido a respirar sin tu nombre,
habré recogido los pedazos que dejaste de mí,
y los habré lanzado al río del olvido,
donde no hay regreso,
donde no hay redención.
Si de pronto me olvidas,
no traigas tus “lo siento” disfrazados de amor,
ni tus “te extraño” tardíos,
porque el amor que se pide tarde
es un amor que ya no sabe latir.
Yo, que te esperé con la paciencia de un árbol,
con las raíces hundidas en el barro de la esperanza,
no merezco tu regreso cuando ya no quede primavera.
Si me olvidas, amor,
entiende que yo también aprenderé a olvidarte,
aunque duela,
aunque mi alma se resista a soltarte.
Te arrancaré de mi piel,
de mis noches,
de mis versos…
Y entonces, no quedará de ti más que una sombra,
difusa, lejana,
una historia que me atreveré a llamar “ayer”.
Porque si de pronto me olvidas,
entiende que mi amor también sabe morir.
Que yo también sé cerrar puertas,
aunque mis manos tiemblen,
aunque mi corazón se haga trizas.
Y si algún día vuelves,
cuando ya no me duela tu ausencia,
te habrás convertido en un extraño,
en un fantasma que no encuentra morada,
en alguien a quien alguna vez amé
con una intensidad que nunca comprenderás.
Así que si me olvidas…
hazlo bien.
Hazlo para siempre.
Porque el día que lo hagas, amor,
ese mismo día yo te habré olvidado.