Ante la pena, me hago túnel para traspasarla. A veces es tan grande y dura, que requiere un esfuerzo sobrehumano agujerearla para ver la alegría al final del túnel, y a mitad de trabajo me quedo exhausto en medio de la montaña de tristeza, hundido en la oscuridad, pero con un pico resistente y con tesón, ¡pin! ¡pin! ¡pin! al final siempre se sale por el otro lado.
Sin embargo, cuando en la vida se me presenta una montaña de problemas, y aunque muchas veces estos sean la causa de la tristeza, mi manera de obrar es distinta. Me pongo a buscar y rebuscar por todos lados: En los bolsillos, dentro de los cajones, en la maleta, en la guantera... porque sé que más cerca o más lejos hay también una montaña de soluciones, y cuando al fin la encuentro, tiendo un puente entre ambas montañas para conectar los problemas con las soluciones.
Si un obstáculo se interpone entre tú y yo, en ese caso me convierto en tuneladora para atravesarlo cuanto antes. Euclides falló el tiro al afirmar que la distancia más corta entre 2 puntos era la línea recta. El camino más corto entre 2 puntos es el camino del amor. Así ha sido siempre y así ha de ser.