Javier.

SONETO A LA SOLEDAD

Soledad, hondo espejo de mi suerte,
silencio mineral donde me anclo.
Contigo hablo al despojarme de todo,
y el mundo, en tu latido, se convierte.

Llegas sin voz, testigo a puerta abierta,
tu sombra abriga ruinas y caminos.
Bajo tu austera lámpara germinan
ases de luz y fe recién despierta.

Al filo del temor te doy mis nombres,
los que el bullicio olvida o mal pronuncia,
y hallo en tu paz un pulso sin temblores.

Así, cuando la noche se pronuncia,
soy brasa que reavivas entre sombras,
tu abrazo sin sonido me renuncia.