No te nombro.
Porque si lo hago,
vendrás.
Y ya no deseo conjurar más demonios
sin abrir el alma.
Penitencia con castigo lento
Es tu nombre.
Lo supe siglos atrás.
Y de soñarte entre nubes de humo, bebi de tu imagen
como veneno ritual.
Pero me alcanzo el espectro bendito,
Aquel que coreaba tu nombre, sin más.
Fue entonces que mi alma cedió.
A veces aun te escribo en la piel,
sí —pero con tinta creada en ceniza de hueso negro,
para que no se borre.
Tú no lo sabes,
pero soy quien rezó por tu alma…
después de maldecir tu boca.