No puedo sostenerme en esta vida,
y menos sostener mi paso errante:
me aterra saber adónde, andante,
vaya a parar mi senda escarnecida.
No sé cuándo empezó a quedar perdida
mi luz y el fuego, que en su ardor distante,
como se pierde en piedras el diamante,
poco a poco dejó su llama herida.
Llama herida, que antorcha entre la bruma
va apagándose lenta y suavemente,
mientras dejo en mi pecho un gran vacío.
¿De qué sirve guardarme de la espuma
que me va persiguiendo solamente
dentro y fuera en mi turbio desvarío?