Vuelas, dispuesto a ser amor en otra piel,
y aquí lo eras te acepté como semilla
enraizaste con amor en mi cuerpo.
Entre nosotros existen ya varias memorias,
y ninguna intentará esclavizar tu vuelo.
Tu ser congregado, en mis caricias te devuelvo
sin enconos, con dolor sí, y agradecimiento.
Después del siglo que habitaste en mi pupila,
es lógico que, por costumbre, tus alas libertas
se resistan al mediodía, dejando noche tras de sí.
Mas yo nada más te ruego:
aletea muy fuerte, amor,
para ver si así, al fantasma inútil de la soledad,
con afán sobrado logramos ahuyentar.
Te fuiste con maletas repletas, pero sin peso,
con el alma doblada en un gesto suave,
como quien ya no necesita lenguaje.
Yo me quedé, en un beso sembrada,
en la esperanza de lo que no se dijo,
hilando el eco de tus pasos
en la habitación vacía de mi nombre.
Te devuelvo al mundo sin cadenas,
sin promesas que no sean las de mi recuerdo.
Te entrego al viento que persigues,
al tiempo que ya no es nuestro,
a la claridad que tu sombra no alcanza a eclipsarme.
Y si alguna vez decides volver,
con la aurora en tus manos
y mi nombre floreciendo otra vez...
deberás elegir cortarlas de una sola vez.