No puedo evitar pensar
en todo.
En lo tonta que fui.
En todo lo que cambié,
lo que moldeé de mí
solo por ti.
Puse escarcha en mi piel
porque sabía que te gustaba.
Brillaba para ti
como si eso fuera suficiente.
Corté mi cabello,
cambié el color,
me vestí distinta,
me maquillé distinta…
Estúpidamente,
porque genuinamente
me hacía feliz hacerte feliz.
Solo quería que sintieras
que sí merecías
todo el amor que te di,
todo lo que fui dejando de mí.
Pero tú mismo lo decías:
que no lo merecías,
que yo era demasiado para ti.
Y aún así, no entendía
cómo no podías verlo.
Te amaba,
te adoraba
locamente.
Fui en contra de todo
solo para tenerte,
solo para estar contigo.
Y ahora…
siento tanto desprecio,
tanta rabia,
tanta frustración
que terminan en lágrimas,
en gritos ahogados.
Te odio.
Tanto.
Pero me odio más
por no poder odiarte de verdad.
Porque lo que odio,
es seguir amándote.
Eso es lo que odio.
A pesar de todo,
la única que lo dio todo
fui yo.
¿Y cómo te atreves
a seguir usando esa cadena
que te regalé?
Sabes lo que significaba.
Sabes cuánto significaba.
Ahora no es nada.
Tú lo rompiste todo.
Y así como rompiste mi amor,
deberías romperla también.
No entiendo
por qué llevas puesto
un recuerdo de mí.
¿Es tu ego?
¿Es tan grande?
No me sorprende.
Siempre fuiste,
y siempre serás,
una decepción.
Avi-