No me des flores.
Dame el nombre de la herida
que no te atreviste a conjurar.
Dame hilo para coser la culpa
mientras se desangra la piedad.
En tus labios,
siempre hay rastros de ceniza.
Dime si alguna vez oíste
el pulso de un temblor.
No.
Las disculpas son herejes.
No suelen estar pías.
Nunca duelen
como yo.