A veces debes decir basta, no por cansancio, no por derrota, más bien por dignidad, porque tú no eres el pasado, eres el presente; debes conformarte con la sobra, con lo que queda, con lo que te dan, hasta con lo que te toca.
Y no te puedes quejar y lo sabes; tu corazón grita de coraje, grita como un cobarde, pero ya es tarde para lamentos. Fuiste un ciego porque no viste la señal de advertencia, no viste el golpe que se venía.
Estás metido en el lodo hasta los huesos, estás embarrado y no hay regreso, no hay punto final, solo hubo un punto de partida y apretaste el botón creyendo que por fin encontraste al amor de tu vida.
Y ahora que tienes una herida, quieres curarla, pero ya lo hecho, hecho está; no puedes echarte para atrás, tú no eres especial, lo sabes, lo sabías y aun así decidiste continuar y caíste.
Como el gato que cayó al pozo porque se vio reflejado y murió por curiosidad creyendo que lo que veía era su media naranja, solo eras el alquitrán usado para construir su carretera, un camino que para ti no tenía retorno, no tenía fronteras.
Quisiste saber hasta dónde podrías llegar y no pudiste siquiera ir hasta la mitad para descubrir que todo era una farsa, un engaño, que nada era real; eras solo el consuelo, eras el que llenaba el profundo vacío que dejaron los demás, el siguiente peldaño en pisar.
Nunca fuiste prioridad y esa es tu patética verdad; duele aceptar, y si no lo haces ahora, con el tiempo lo harás; fuiste solo la llave escogida para abrir la puerta hacia su libertad, pero nunca para ser su hogar.
No estuviste en sus planes, eras el muelle donde desembarcó con todo su equipaje; es duro reconocerlo, lo sé, pero no te queda de otra, simplemente te debes resignar, llegaste después de varios, no mendigues exclusividad, no puedes pretender nada más.
Comprende que solo fuiste la piedra que usó para romper el cristal; tampoco existías en sus pensamientos, no eras dueño de sus sentimientos, tal vez ni te hallabas en sus sueños. Puedes sentirte pequeño; estás en tu derecho.
Ahora mírate, pareces un pordiosero que se arrastra por un plato de comida, perdiste toda dignidad, suplicas por migajas; ya no tiene nada para darte, ya dio todo lo que tenía, y lo siento, pero no fuiste tú quien obtuvo toda su esencia, su energía, sus deseos, sus caricias, y su vida; llegaste tarde.
Te eligió para escapar de su cárcel, se sentía prisionera y encontró en ti la salida perfecta, te lo dijo y no quisiste escuchar, era una llamada de alerta, pero decidiste ignorar y ahora mírate, llorando en silencio como si fuera la solución.
¿Qué pensabas? ¿Qué te adoraría? ¿Qué te admiraría? No seas ingenuo, ¡despierta! En ti solo encontró refugio, pero su corazón, su amor, sus suspiros, jamás, pero jamás fueron tuyos…
¡Acéptalo!