¿Qué más da si el mundo está en mi espalda?
Ay, pobrecito el mundo…
Mi espalda es tan de acero
que claro, todos se quieren colgar.
¿Y qué si a mis espaldas hablan?
¡Hagan fila!
No saben
tengo oídos tan finos
que hasta sus miserias susurradas me las van a contar.
Yo les digo:
—Shhh…
Su vida es tan aburrida
que necesitan entretenerse
hablando de alguien más.
Depresiva,
que no se pueden soportar.