Elizabeth Maldonado Manzanero

La sonrisa en el porvenir

Deja que la pena navegue,
libre, como una basura en la acera,
fuera siempre de ti.

Soñemos…
que el amor puede con todo,
que en la mirada donde te escondas
hallarás el amor
y la paz.

Soñemos.
Yo detengo el tiempo
entre tus recuerdos y el hoy.
Yo siempre estaré aquí,
luchando por secar tus lágrimas,
caminando para abrir una brecha
que nos lleve al arcoíris,
para plantar la semilla
de un corazón en paz.

Ese es mi empeño:
de tu mano,
nacerá la acción.

No moriremos
sin ver en el rostro de nuestros hermanos
la huella trascendente,
la perenne expresión de la felicidad,
la sonrisa tatuada del porvenir.

No es mucho lo que falta…
Ya quiero responder
al eco de una sola pregunta que se repite constante:

¿Cuándo entenderemos
que tenemos la misma sangre
bajo las uñas
y bajo el tono de nuestra piel?

Trabajemos juntos
por el mismo sueño,
por alcanzar la meta,
el objetivo supremo:
la paz,
y la felicidad.

Para entonces, ya no habrá preguntas como:

¿Cuándo las bestias de la envidia,
los murciélagos del hombre —
la codicia y la vileza —
serán dominadas
en favor de construir,
para todos,
la libertad?

Con los escombros de las guerras
cimentaremos la ternura.
Cada piedra rota será un verso
que cree nuevos universos.
Cada herida, una promesa de vivir
la felicidad,
porque nuestra confianza
posibilitará su existencia.