Compré mi mochila en línea,
con fe y sin desconfianza,
pero pasó la tardanza
¡y ni el rastro en la esquina!
Prometieron 24 horas,
como un rayo llegaría,
pero Algarrobo esperaba
y la mochila no venía.
Mandé correos, fui paciente,
esperé con harta calma,
pero ya me hervía el alma
¡como sopa hirviendo en diente!
Me juraron mil respuestas,
todas lindas, bien habladas,
pero eran puras voladas,
y la mochila... ¡de fiesta!
Entonces en LinkedIn me fui,
con mi pluma afiladita,
y en menos de una vueltita
¡la respuesta por fin la vi!
“Está lista”, me dijeron,
“pase a retirarla ahora”.
¡Pero llueve a chorros, señores!
¡Ni loco salgo hasta que escampe la hora!