Con tu maestra mano
has dibujado un árbol, tan hermoso,
tan verde, tan lozano,
que parece real, y más vistoso
que cualquier árbol sólido y viviente,
más armado y creciente.
Envidiado es por la naturaleza
que envidia tu dibujo y su belleza.
Supiste pintar todo
por tu bravo pincel; yo, con mi pluma,
escribiré de modo
que se entienda tu arte y se presuma,
ya que no en su presencia tan segura,
en texto, en escritura,
su hermosura, ya siendo bien leída
y frente a todo el mundo presumida.
Tus dibujos, Dayana,
según lo que me ofrecen a la vista,
retratan menos vana
esta realidad, hermosa artista.
Y si mi corazón tú retrataras,
menos mal le pintaras
y relleno de vida entre las venas,
decorando con flores sus cadenas.