Bajo el neón que sueña en la Gran Manzana,
donde el jazz susurra en cada ventana.
En New York, el asfalto es pentagrama,
y el amor, un solo, que en el alma clama.
Saxofón que gime, trompeta que ríe,
en Harlem o en el Village, la pasión se teje.
Dos almas se encuentran, al ritmo del blues,
un roce de manos, promesas de luz.
En clubes oscuros, calima en danza,
nace una melodía, una nueva esperanza.
Los dedos se entrelazan, al compás del swing,
cada nota es un beso, cada silencio un fin.
Por Brooklyn Heights, la luna es testigo,
de susurros nocturnos, de un dulce abrigo.
La ciudad no duerme, su latido es compás,
y en cada latido, un \"siempre jamás\".
Y así, entre rascacielos y viejos callejones,
el jazz y el amor forjan sus canciones.
En New York, la magia se siente al compás,
un romance eterno, que nunca fin tendrás.
¡La magia del compás que convoca al amor!