Hernán

EL LAMENTO DE LA TIERRA

En un tiempo de soles eternos brilló,
la madre Tierra en su verde esplendor,
donde el río cantaba, la selva danzaba,
y el viento susurraba canciones de amor.

 

Mas llegó el hombre con fuego en la mano,
con hierro, con ansias, con torres de ambición,
hirió las montañas, cortó los suspiros
del bosque que antaño fue su bendición.

 

Los mares gritaron, las nubes lloraron,
el hielo en los polos se echó a morir,
y el cielo cubierto de grises lamentos
no quiso más luz, no quiso latir.

 

Cazamos la calma, sembramos el miedo,
compramos la vida, vendimos el sol,
y al niño que nace le damos cenizas,
le damos basura, y un mundo sin rol.

 

¿Dónde está el canto del ave temprana?
¿Dónde el perfume del viejo jazmín?
Quedaron en ruinas, como las promesas
que el hombre juró sin saber su fin.

 

Las generaciones que vienen sin culpa
heredan la sombra de nuestra traición,
pisando la tierra que sangra su enojo
clamando justicia, clama redención.

 

Los lagos se secan, los campos se ahogan
en llanto invisible, en muerte sin voz,
y el aire que queda es un fiel testigo
de un reino arrasado por su mismo Dios.

 

¡Oh humanidad! ¿No ves lo que dejas?
¿No oyes el grito del árbol caer?
Tu trono de ciencia es ruina y castigo,
y el precio es la vida que vas a perder.

 

Que tiemblen los siglos, que juzguen los nietos,
la historia dirá que no supiste amar
al mundo que un día te dio su esperanza,
y al fin lo dejaste… temblando, al azar.