Milber Fuentes

La dignidad tiene nombre de río

A orillas del Manzanares

En la sombra tibia del mango maduro,
alguien canta bajito
una canción que no está en los libros,
pero vive en las manos curtidas
de quien despierta con el alba
y riega la tierra con sus pasos.

No es héroe,
ni mártir,
ni bandera.

Es madre que no se rinde,
joven que sueña con quedarse,
anciano que sabe el nombre de cada árbol.

La dignidad no grita:
camina descalza por las calles rotas,
con el sol en la espalda
y el Caribe latiendo en el pecho.

La pertenencia no se impone:
se hereda como un cuento
que cambia al contarlo,
pero siempre empieza igual:
“Yo soy de aquí…”

Y aunque los truenos del poder
se desaten sobre los patios donde canta el día,
el alma samaria se recoge, resiste,
y desde adentro,
vuelve a florecer.

Porque hay ciudades
que no caben en la historia oficial,
y esta —con 500 años de olvido y de luz—
lleva el nombre de un río
que aún se niega a morir.