El cielo pintará montañas
como si soñara con mis pensamientos,
mientras me observo en un espejo,
con los ojos llenos de inocencia,
buscando un nuevo mundo,
uno donde la aventura no tenga fin.
Allí, el césped del jardín
es tan mágico como las nubes que flotan,
livianas, suaves,
como promesas en el aire.
Mis pies descalzos danzan sobre ellas
como si la tierra también quisiera volar.
Las aves, en su coreografía silvestre,
dibujan giros en el viento.
Bailo con ellas,
como si supieran mi canción secreta.
Traupis de plumaje encendido
dejan su arte pintoresco
en las ramas de los árboles,
cada trazo un susurro del bosque,
cada color un recuerdo del alma.
Y en ese lugar,
donde el cielo toca la tierra con ternura,
yo soy parte del paisaje,
una niña de luz,
jugando entre reflejos
y sueños aún no escritos.