SOBRE EL DURO BANCO
Una plaza modesta del centro
albergaba el mítico banco donde
dos personas de distinto sexo se centraban
en prestarse atención muy vivamente,
el uno en el otro muy concentrados
y muy entre las manos el uno del otro,
concentrados en principio en los ojos
y, poco después, en los labios,
que pudieran permanecer entreabiertos
durante algunos segundos.
Era llegar a este punto
y el banco se convertía
en una especie de barco que soltaba amarras
y que comenzaba a avanzar muy suavemente
contra viento y marea muy sutilmente.
Se hallaba este banco a la sombra
de la luz del árbol de la tarde
pues el día transcurría bastante nublado
y con su poco de frío, y con la luz
desmayada sobre la brisa
y, además, un poco efímera.
Solo el contacto estrecho de los cuerpos
de los novios, amantes, amigos
se imponía rotundo en la totalidad del instante
y duraba compacto y resistía consistente.
Ya no podrían despertar de estos abrazos
algo más que fraternales.
Gaspar Jover Polo