Rosendo Ruiz

Herencia

Decís tanto y a la vez nada.

¡Qué talento el tuyo!

 

Y yo escucho más

de lo que hablo.

Qué maldición la mía...

 

Sin querer me creaste

y me hiciste tu estorbo.

 

Todo tenía que saberlo,

todo tenía que enseñarte

aunque ese fuera tu deber.

 

Me atribuís siempre

todos tus fracasos

mientras te quedás

con tus logros mediocres.

 

Y a mí me toca heredar

cada uno de

tus errores, padre.

 

Lo cual me hace

un error en sí mismo.

 

Y encima también

tengo que ser quien te salve 

de tus crueles fantasmas.