El poema lleva tiempo rechinando,
sus versos ya no fluyen como antes,
la rima se atasca,
el ritmo gotea.
Hay que levantarle la tapa,
soplarle el polvo al primer verso,
apretar el tornillo de la cadencia.
El mecánico recomienda
cambiarle el aceite cada cien lecturas,
y darle paseos cortos,
solo hasta la estrofa siguiente.
No olvidemos
que un poema sin mantenimiento
termina oxidado en un cajón.