Nuestros muertos
Nuestros muertos se deshacen y lo ignoran,
no saben que afloran convirtiéndose en huesos,
que entre rezos las fieras larvas los devoran,
que se evaporan y esfuman en abrasadores besos.
No saben que entre cipreses ahora dormitan,
que crepitan mansos en nuestra memoria herida,
no saben que han sido arrancados de esta vida
y que sus corazones en otro mundo gravitan.
Ellos no saben que son desiertos pabellones,
que como ciclones nos dejaron vientos de pena,
que nos dejaron su ausencia como fría condena
y su recuerdo como un rebaño de mutilaciones.
Nuestros muertos se deshacen y lo ignoran,
no saben que habitan un nicho solitario,
que en funerario sitio sus almas ya moran,
que ahora su muerte decora la piel de un sudario.