I
Los rostros giran sin nombres, sin almas,
como ausencias delirantes que atormentan.
Aquí, algunos alumnos y profesores
parecen sombras errantes;
sin deseos de ser, sin anhelos,
comen cualquier cosa; engordan,
estiran sus días, las horas, los minutos,
el ser arrojado a las orillas del caos,
sin razones, ni sentimientos,
miran el reloj, llegarán a sus casas,
abrirán las puertas,
mirarán la blancura del techo.
Mañana será lo mismo,
los zombis perdidos
en la oscuridad del silencio.