Allí estaba el peludo,
pronto para jugar,
a la pelota.
No se cansaba,
era cachorro.
Me lo dieron,
en confianza,
habían sido cuatro.
Dos hembras y dos
machos.
Rulo fue mi acompañante
de primera clase.
Caminé disfruté del
aire fresco de la
colina, obediente,
bien enseñado,
jamás se subió
a un sillón o cama.
Puedo recordar
su lacio pelo,
su cola juguetona,
y la alegría de cuando
me recibía.
No tuve mayor tiempo
para él cuando me
mudé no me acompañó.
(rosi12)