De pronto las sombras,
espantadas de su oscuridad,
fueron cayendo a oscuro precipicio,
donde se abandonaron a negro presagio,
en espera de frío y oscuro manto nocturno,
con destellos de estrellas lejanas,
cómo luces parpadeantes de bellos ojos azabache.
Cómo sombras vanas, son mis penas,
hermosa hembra perdida, en profundo acantilado,
arrastrada por brioso y desbocado corcel,
¿Por qué? te fuiste al abismo con él,
no soltaste la rienda tal vez. Y sólo escuché
el brioso tropel.
Negro fue tu corto e incoloro destino,
que hoy escapó de las sombras,
y de tu sino.
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Dr. Salvador Santoyo Sánchez
13/junio/2025