marco romero

Sin TocarĀ 

 

Nos miramos. Y el ojo, ese gran abismo húmedo,

se abre y traga. No hay carne, no hay jadeo,

sólo el silencio que grita en nuestras venas.

 

Tú, yo, dos constelaciones colisionando

en la negrura de la pupila, un estallido

de estrellas mudas, polvo cósmico

que danza y se enreda sin rozarse.

 

Es un coito de nervios, un temblor invisible

que recorre la columna vertebral,

una descarga eléctrica que no quema la piel,

sólo el alma, hasta dejarla expuesta,

sangrando en el vacío de tu mirada.

 

Y lo sabemos. Ambos, parásitos

de este mutuo banquete ocular,

devorándonos con la quietud, con la certeza

de que el acto más obsceno es este:

estar desnudos sin desnudarnos,

joder con los párpados cerrados,

sólo la imagen, la maldita y santa imagen

grabada a fuego en la retina.

 

Luego, el parpadeo. Y la caída.

Volvemos a ser cuerpos, islas

flotando a la deriva, cargados

con el peso de esa fornicación silente,

ese pecado que no dejó rastro,

excepto la cicatriz que ahora llevamos

justo detrás del iris, donde nadie la ve.

 

Y lo sabemos hicimos el amor sin tocarnos.

 

 

m.c.d.r