Dunia de los Ángeles, elegí amarte,
desde antes del tiempo y del ayer,
desde el primer suspiro, aquel instante
donde el alma se rinde sin saber.
No fue azar ni razones ni temores,
fue destino en caricia de papel,
dos vidas entrelazando sus albores,
tejiendo luz cuando no había fe.
Surgiste en mis mañanas, tenue bruma,
como la flor que abre su capitel,
trayendo en tus miradas la fortuna,
un eco de promesas color miel.
Y fue en tu voz, arrullo que perfuma,
donde encontré mi más dulce vergel,
despertando una sed que me consume,
más pura que la gota en el clavel.
Tu risa, melodía en el sendero,
despertó al corazón de su letargo,
pintando de esperanza el mes de febrero,
disipando cualquier dolor amargo.
Contigo cada sueño es verdadero,
un puerto en este navegar tan largo,
mi luz, mi dulce abrigo, mi lucero,
el eco fiel de mi canto y mi cargo.
Hoy, aquí me planto, sin preguntas,
firme y cierto contigo quiero ser:
amarte, respetarte, sin consultas,
cuidarte en cada aurora y atardecer.
Porque el amor, si es puro y verdadero,
no se encuentra en la calle ni al azar;
es milagro discreto, es sincero,
y contigo, mi vida, aprendí a volar.
Así, enlazados, sin pensar el modo,
nuestras almas se saben ya un camino,
fundiendo en uno el ser y nuestro todo,
un lazo que esculpió el divino tino.
Que siga nuestro andar, sin ir tan solo,
que el tiempo teja nuestro pergamino,
sellando con caricias cada nodo
de este amor que es tan nuestro, tan genuino.