Pensé que se iba, más rápido
de lo que se va, como por un
roto repentino, en el bolsillo
del pantalón —ya hablé de eso—,
pero, menos mal, que no fue
tan rápido; se te untan tareas
en la cabeza y entran en colisión
temporoespacial, tengo que parar
me a desenredarlas tirando de se
renidad, de pararme y templar, de
ralentizar adrede lo que hago a fin
de meterme en la vereda del disfrute,
no de la prisa, que es arañante, del
goce del momento.
Pensé que se me iba pero no se fue
tanto; al volver con la tostada hecha
al escritorio constaté que disponía del
tiempo justo para leer tres poemas anti
guos y escribir algo —aunque fuese esto—.
No se fue tanto, por fortuna; y cuando me
veo en estas agarro con más fuerza, como
si se me fuera a ir de las manos, el Enquiri
dión de Epicteto, lo abro en el reposapági
nas de mi frente y lo leo con detenimiento,
a fin de que me alumbre, de que las aguas
turbulentas de la prisa social vuelvan al re
dil, a aquietarse y bajar en silencio.
No fue tanto —y qué me alegré al compro
barlo—.
La próxima vez que me vea en estas
tiraré más rápido de Epicteto, cual un Billy
el Niño de barrio, jaja.