Dueto de espinelas entre la Bella y El Poeta.
El poeta;
Mujer, flor de la vereda,
¿no sentís cómo te canto?
Se me escapa el alma en tanto
que tu andar gira y me enreda.
No me niegues esa rueda
de tu tiempo tan preciado,
que mi verso enamorado
no pretende posesiones,
solo juntar ilusiones
en tu paso perfumado.
La bella;
¿Otra vez en tus lugares?
Y siempre versos, nunca hechos
yo ya vi pasar despechos
escondidos en altares.
Si decís que son cantares,
No me lo hagáis tan bonito:
decídmelo con un grito
cuando me sienta cansada…
que un piropo en la alborada
tiene muy mal requisito.
El poeta;
No me mires con desdén,
que no soy de los que dices;
esos besos infelices,
hoy se bajan al andén.
Mi deseo es estar bien,
ser abrigo si hace frío,
y si el mundo va vacío,
soy palabra que consuele,
ser la vela que te vele
para espantar el hastío.
La bella;
Te confieso que tus rimas
me acarician sin tocarme,
y que logran desarmarme
más que besos en las cimas.
Pero el viento tiene grimas,
y se va en la poesía…
¿vas a estar en mi agonía
o escribís solo en verano?
Porque amar con letra en mano
es pintar la fantasía.
El poeta
Si algún día estás herida,
yo seré tu salvador:
quiero ser un escritor
que te escuche sin medida.
No me alcanza esta partida
sí me dejas sin tu aliento;
dame al menos el momento
de que un verso te acompañe,
y que si algo en ti se dañe
quede en mí como tormento.